Se suele contar una hermosa y triste leyenda sobre el clavel del aire, planta que vive pendiendo de los troncos o ramas de antiguos algarrobos o de los áridos peñascos. Cuenta la leyenda que durante una reunión solidaria entre amigos y vecinos, un joven oficial español se enamoró de una preciosa mujer indígena llamada Shullca, la cual no correspondía de ninguna manera al apasionado amor del joven oficial. El hombre juró, entonces, vengarse de la mujer que rechazaba su cariño, y una tarde en la que la sierra se encontraba totalmente sola empezó a perseguir a Shullca. La joven trepó a la rama más alta de un antiguo algarrobo que el viento balanceaba amenazando con derribarla. El oficial le pidió con palabras dulces y amables que bajara, asegurándole que no le haría ningún mal y la respetaría si hacía lo que él le estaba pidiendo. Como la joven se negó a bajar por las buenas, la amenazó con un puñal, sin embargo, lo que no pudo la suplica, menos lo logro la amenaza. Entre tanto, el joven español se encontraba furioso y despechado, por esto lanzó el puñal que tenía en su mano, sin pensar, hacía la muchacha, que fue a parar en el pecho de Shullca. Como un pájaro con las alas quebradas, descendió la muchacha desde lo alto del algarrobo precipitándose hacia el vacío, y tras ella se lanzó el oficial tratando de detener la caída…en vano. Sin embargo, una de las gotas de sangre de Shullca cayó en el tronco del gran árbol, y de allí nació el clavel del aire que mantuvo viva la esencia de Shullca. Esta planta se convierte desde aquí en el símbolo de la virginidad, del alma de la tierra y de amores peligrosos.
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